La imaginó fuera, con el teléfono frío sobre la mesilla de noche, el bebé apretado contra su pecho. Caminando al encuentro de un desconocido. O peor: alguien a quien ella conocía, pero él no. Su mente se retorcía entre nombres y caras. Cada espacio en blanco parecía una trampa a punto de saltar.
El detective apartó la silla. «Haremos circular su foto y el número. Quédate cerca» Ethan también se levantó, con las manos agarrando la mesa. «No, voy contigo» Porque sentarse aquí con preguntas sin respuesta era peor que correr por las calles, era peor que imaginar cada posible final.