Este nuevo conocimiento alimentó una oleada de urgencia, agudizando su determinación. Kiara y Becky, aunque atenazadas por el miedo, siguieron adelante con una determinación inquebrantable. Los pasos de Kiara resonaban en los pasillos desiertos, cada sonido magnificado por la opresiva quietud.
Su corazón se sentía plomizo por la ansiedad, que podría estar enfrentándose a peligros indescriptibles. Mientras navegaban por los estériles y desiertos pasillos, la esperanza parecía escapárseles de las manos. Justo cuando sus ánimos empezaban a flaquear, los agudos oídos de Becky captaron un débil y ominoso sonido procedente de las profundidades del lugar.