Saludaron desde el porche con calidez practicada, equipaje desproporcionado para cuidar gatos. Fingió no ver el baúl con ruedas, el portatrajes y los zapatos de más. Una semana es generoso, decidió, subiendo al coche compartido. De todos modos, envió un mensaje con el código de la alarma, porque era educado, a veces demasiado.
Entre reunión y reunión, su teléfono recibía mensajes tranquilizadores. Gato excelente. Plantas alegres. Una foto mostraba a su tía junto al piano de cola, con los pulgares hacia arriba; otra, a su tío ajustando el termostato como si concediera medallas a la eficiencia. Un último mensaje llegó sin invitación: La casa vuelve a ser como una familia. Tranquilos. Nosotros nos encargamos.