Joshua se movió, inseguro de cómo responder. Robert continuó, ahora con más suavidad. «Escucha. No creo en las limosnas. Pero sí creo en las segundas oportunidades. Me gustaría ofrecerte un trabajo. Seguridad nocturna en mi oficina. Es un trabajo honesto. Viene con un cheque de pago. Y un lugar para los dos» Miró a Lucky, que se sentó meneándose amablemente.
Aquella noche, Joshua estaba de pie bajo la farola frente a la oficina del alcalde, con un uniforme limpio, los hombros cuadrados. Aún tenía los zapatos rotos, pero le quedaban bien. Lucky estaba sentado a su lado, con una pequeña etiqueta en el cuello que decía «COMPAÑERO» Por primera vez en mucho tiempo, la ciudad no parecía tragárselo entero. Sentía que había encontrado un lugar pequeño y estable, y que era suficiente.