Joshua no respondió al principio. Se limitó a mirarla, a mirarla de verdad. Y vio algo que no había visto en años. No miedo. Ni lástima. Respeto. Por primera vez en mucho, mucho tiempo, alguien lo miraba como si importara. Como si fuera algo más de lo que parecía.
Las luces azules y rojas pintaron el callejón en oleadas. Dos agentes llegaron en pocos minutos. Uno revisó a la mujer, el otro se volvió hacia Joshua. «¿Fuiste tú quien le detuvo?» Joshua asintió, consciente de repente del frío que sentía. El agente le pidió una declaración y Joshua se la dio: clara, sencilla, nada más.