Llegó con fuerza y sin previo aviso. En un momento, el cielo estaba en calma. Al minuto siguiente, los truenos estallaron y la lluvia cayó como si alguien hubiera partido las nubes por la mitad. Joshua se incorporó de un salto, con el corazón acelerado. Se abalanzó sobre la bolsa que tenía a su lado, sintiendo ya lo pesada que se había vuelto.
«Mierda, no, no, no», ladró, arrastrándola hacia él. El plástico era fino. Había entrado agua. Abrió el nudo y vio la camisa empapada, pegada a los pantalones como si los hubieran metido en un cubo. Los sacudió y miró al cielo, impotente.