Joshua se agachó detrás de la cafetería y rebuscó en las bolsas de basura con los dedos entumecidos. El olor le llegó con fuerza -carne vieja, salsa en mal estado-, pero no se inmutó. Sabía lo que tenía que buscar. Lucky se sentó cerca, moviendo la cola, observando cada movimiento como un halcón. Su esperanza hizo que Joshua se moviera más rápido.
Joshua nunca pensó que acabaría aquí. Tenía una familia, un hogar y un trabajo que le encantaba. Pero un accidente de coche, que le cambió la vida, se lo llevó todo. Perdió a su mujer, su sensación de seguridad y, finalmente, su capacidad para mantener un techo sobre su cabeza. El mundo había seguido avanzando mientras él permanecía inmóvil, paralizado por el dolor. Ahora, años después, sólo quedaban él y Lucky, sobreviviendo a duras penas.