Un vagabundo y su perro oyen un grito: ¡lo que ocurre a continuación cambia su vida para siempre!

Parecía casi irreal. Por primera vez en años, algo que parecía un plan estaba tomando forma. Podía imaginarse a sí mismo entrando en la lavandería con ropa limpia, entregando un formulario e incluso estrechando la mano de alguien. La esperanza le pilló desprevenido.

Pero con la misma rapidez, se esfumó. «No se admiten perros», añadió la mujer, disculpándose. «Es la política. Tendrá que dejar a su mascota fuera o con otra persona. Lo siento» Su tono era amable, pero firme.