A la mañana siguiente, se dirigió al refugio que no había pisado en más de un año. La mujer del mostrador no le reconoció, pero le escuchó. Cuando le explicó que quería buscar trabajo y necesitaba ayuda, asintió. Dijo que había sitio.
Podrían ofrecerle una cama durante unos días. Un lugar donde ducharse. Podía utilizar el teléfono fijo del albergue para que le devolvieran la llamada e indicar la dirección en el formulario. Incluso tenían algunas camisas y chaquetas donadas, por si quería estar presentable.