Joshua no consiguió ni un dólar ese día. La taza permaneció vacía, y cada mirada que pasaba sobre él aterrizaba en otro lugar. Cuando el cielo se oscureció, se levantó despacio y se dirigió hacia el callejón detrás de la vieja librería, un rincón tranquilo y escondido donde podría intentar dormir.
No era cómodo, pero al menos había menos ruido y menos interrupciones. Eso era lo mejor que podía encontrar ahora: un lugar lo bastante tranquilo como para cerrar los ojos. Al girar en el callejón, oyó a dos personas de pie fuera de la librería, fumando y charlando despreocupadamente.