Un vagabundo y su perro oyen un grito: ¡lo que ocurre a continuación cambia su vida para siempre!

Joshua volvió a la fila, esta vez al final. No esperaba un segundo cuenco, nunca lo había hecho. En los albergues se acababa la comida enseguida y era casi imposible repetir. Pero de todos modos se quedó allí, hambriento de esperanza, mientras el perro permanecía a su lado como si fueran el uno para el otro.

Cuando llegó de nuevo al frente, se preparó para la decepción. Pero, sin preguntar ni detenerse, el voluntario le sirvió un cuenco nuevo y se lo entregó. Joshua lo miró durante un segundo antes de cogerlo, el calor le cortaba los dedos fríos. De algún modo, aún quedaba comida.