Una joven no para de hacer señales con la mano en un avión; cuando la azafata se da cuenta, alerta a las autoridades

Acercándose a ellos con pasos medidos, Sandra empezó: «Disculpen» Su voz, suave pero firme, captó su atención. El hombre giró la cabeza, con un gesto de sorpresa en el rostro, mientras la mujer miraba a Sandra con cauteloso interés. Respirando hondo, Sandra continuó: «Os debo una disculpa a los dos»

Su sinceridad resonó en sus palabras al confesar: «Dejé que mis propios miedos nublaran mi juicio. Malinterpreté vuestros gestos, y por eso, lo siento de verdad» Hizo una pausa, esperando ser perdonada a pesar de su error. El peso de sus palabras flotaba en el aire, prueba de su auténtico remordimiento.