Una joven no para de hacer señales con la mano en un avión; cuando la azafata se da cuenta, alerta a las autoridades

Con cada detalle compartido por el padre, las piezas del rompecabezas iban encajando, revelando una historia no de peligro, sino de una mujer luchando con sus emociones. Los agentes, cautivados por la narración, escucharon atentamente a la mujer, ya más calmada, que hablaba en voz baja y confirmaba el relato de su padre. El alivio se apoderó de la cabina cuando la empatía y la comprensión sustituyeron a la tensión anterior.

Los rostros de los agentes se fueron suavizando y su desconfianza inicial dio paso a la comprensión a medida que la situación empezaba a aclararse. Sandra, que se encontraba a poca distancia, escuchó el intercambio y sintió que la invadía una mezcla de culpabilidad. «Parece que sacamos conclusiones precipitadas», susurró a su colega, con pesar en la voz.