Los agentes se acercaron al hombre y a la mujer, con expresiones ilegibles. Los ojos del hombre se abrieron de par en par, sorprendido, cuando se detuvieron frente a él y su presencia autoritaria ensombreció el reducido espacio. «Disculpe, señor», dijo uno de los agentes, con una voz entre firme y respetuosa. «Tenemos que hablar con usted y con esta mujer»
Sus palabras cortaron la tensión y llamaron la atención de todos los pasajeros a su alcance. Momentos antes, el hombre había estado sorbiendo su cerveza, reclinado en su asiento con un aire de indiferencia casual. Pero cuando los agentes se detuvieron frente a él, su actitud cambió radicalmente. Sus ojos, antes entrecerrados por la relajación, se abrieron ahora por la sorpresa, reflejando la repentina tensión que llenaba el espacio a su alrededor. Su relajado agarre de la cerveza se tensó y su postura se enderezó, con una mezcla de nerviosismo y actitud defensiva.