Un niño visita a diario la tumba de su madre, pero la sorprendente persona que conoce allí lo cambia todo

Colocó el ramo junto al que Lucas había dejado la semana pasada y los que Emilia había recogido ayer, y luego alisó los pétalos con una extraña ternura. Daniel se levantó despacio, limpiándose las manos en los vaqueros. Su mirada se detuvo en la lápida un momento más antes de volver a hablar.

«Lucas… Sé que ya estás pasando por muchas cosas. Pero hay algo que tengo que decirte» Lucas lo miró, con el ceño fruncido. «Te dije que tu madre y yo éramos amigos», dijo Daniel, con voz firme pero tranquila. «Pero esa no es toda la verdad. Éramos más que eso. Estábamos juntos. No por mucho tiempo, y no perfectamente, pero importaba. Mucho»