Un niño visita a diario la tumba de su madre, pero la sorprendente persona que conoce allí lo cambia todo

Daniel entró detrás de Lucas, dejó el periódico en la mesilla junto a la puerta y se quitó la chaqueta. «Fuera zapatos», dijo con una leve sonrisa a ambos. «O mamá va a dar guerra» Lucas se quitó las zapatillas con torpeza, sintiéndose como un intruso. La casa era cálida y se oía el suave zumbido de una radio que tocaba música clásica de fondo.

No parecía el tipo de lugar en el que hubiera discusiones. Se sentía… asentado. Emilia dejó el bolso cerca del sofá y desapareció por el pasillo. Lucas se quedó en la puerta, sin saber adónde ir ni qué hacer con las manos. Daniel volvió de colgar la chaqueta e hizo un gesto hacia la cocina. «Vamos. Vamos a prepararte ese cacao»