La voz le salió más firme de lo que esperaba. «¿Por qué haces esto?» La figura se estremeció y se quedó inmóvil. Lentamente, se volvió hacia ella. Se quitó la capucha y la lluvia brilló sobre el pelo pálido y los ojos cansados. En ese instante de suspensión, la ira de Ellen se desvaneció, sustituida por un reconocimiento que aún no podía nombrar.
La mujer se giró completamente, con la lluvia cayéndole por la cara. Ellen se quedó sin aliento. No se trataba de una desconocida, sino de un rostro del rincón más doloroso de su memoria. «Lo siento», susurró la mujer. «No quería asustarte» Le temblaba la voz. «Soy Anna. Era una de las enfermeras de Sam»