Tras una extraña visita, una madre en duelo instala una cámara en la tumba de su hijo

Las nubes de lluvia se acumulaban mientras trabajaba y el aire estaba cargado de estática. Susurró una disculpa a Sam por convertir su lugar de descanso en una vigilancia. «Sólo necesito saberlo», dijo en voz baja. Su reflejo en la piedra pulida parecía alguien a quien no reconocía. Estaba cansada, asustada y seguía buscando.

Esa noche mantuvo el teléfono junto a la cama, con la aplicación de la cámara abierta. Cada vez que el viento aullaba, comprobaba si había notificaciones. Las horas pasaron sin novedad hasta que, casi al amanecer, la alerta de movimiento parpadeó. Pero cuando abrió la pantalla, sólo la oscuridad se movía por el encuadre como un suspiro.