Tras una extraña visita, una madre en duelo instala una cámara en la tumba de su hijo

Desde aquella noche, Ellen empezó a dejar encendida la luz del porche. Proyectaba un poco de calor sobre el césped, pero no sabía si la reconfortaba o la exponía. Cada crujido de las tablas del suelo parecían pasos. Cada sombra le resultaba demasiado familiar. Ya no sabía a quién temer.

El fin de semana, los nervios de Ellen se habían agotado. Volvió al cementerio con pilas nuevas y una cámara más pequeña y silenciosa. Colocó una cerca de las flores y la otra debajo de un arbusto bajo frente al camino. Esta vez captaría el rostro del visitante, sus manos y sus intenciones.