Tras una extraña visita, una madre en duelo instala una cámara en la tumba de su hijo

De vuelta a casa, se sentó a la mesa de la cocina, acarició el borde de su taza y repasó en su mente las caras del funeral. Vecinos. Profesores. Los amigos de Sam, ya mayores. ¿Podría ser uno de ellos? ¿Alguien que intentaba honrarle en silencio? Cada posibilidad tenía sentido hasta que dejó de tenerlo.

Entonces un extraño vino a mi mente. ¿Podría ser alguien que había leído la historia de Sam en el periódico años atrás, y tal vez fue tocado por ella? La idea le erizó la piel. ¿Y si esa persona a la que nunca había conocido había decidido compartir su dolor, reclamar una parte de él como propio?