Luego, en voz baja, casi tímidamente, añadió: «Me he vuelto a casar, Ellen. Esperamos un bebé» La noticia la pilló desprevenida. Tras un breve destello de calidez, sólo pudo sentir resentimiento. «Felicidades», dijo rotundamente. Eso explicaba la tranquila distancia. Él había construido una nueva vida, mientras que ella seguía viviendo la anterior.
Cuando se marchó, se quedó en la puerta mirándole cruzar la calle con las manos en los bolsillos. Por primera vez le creyó. Cualquier fantasma que hubiera en la tumba de Sam no era suyo. Pero la pregunta la corroía. Si no era David, ¿a quién le importaba tanto seguir visitándolo?