El rostro de Vincent palideció, su confianza se hizo añicos. «Pero, Melissa…», tartamudeó, con la voz vacilante. Ella se mofó: «¡Oh, ahórratelo! Con otra esposa que te demande por pensión alimenticia, no te quedará ni un céntimo. ¿Qué gano yo casándome con un viejo loco en bancarrota?»
Melissa se volvió hacia el público, encogiéndose de hombros con una sonrisa burlona. «¡Parece que la gran boda ha terminado, amigos!» Salió de la iglesia sin mirar atrás, sus tacones chasqueando contra el suelo de piedra, dejando a Vincent solo, humillado y destrozado.