De vuelta a la clínica, la gorila por fin mostraba signos de mejoría. Los antibióticos hacían efecto y su respiración se había estabilizado. Paul la visitaba a menudo para ver cómo recuperaba fuerzas. A pesar del trauma que había sufrido, su resistencia le asombraba.
Con el paso de los días, la gorila se recuperó por completo. Cuando llegó el momento, fue liberada de nuevo en la selva, libre para vagar una vez más. Paul vio cómo desaparecía entre el denso follaje, con sus poderosas zancadas como testimonio de su voluntad de sobrevivir.