Cuando Betty lo levantó, Vanessa dio un paso adelante instintivamente, dispuesta a detenerla. Pero Betty sujetó al cachorro con una seguridad inesperada. Ajustó el agarre una vez y empezó a caminar hacia la casa sin mirar atrás.
Vanessa la siguió, con una inquietud que crecía a cada paso. El cachorro era demasiado delgado. Demasiado silencioso. Las costillas se le marcaban visiblemente contra la piel. Se preguntó cuánto tiempo llevaría abandonado y si traerlo a casa había sido un error del que pronto se arrepentiría.