Las autoridades supusieron lo peor. Una brecha de contención con un animal de capacidad desconocida dejaba poco margen para la paciencia. Se gritaron instrucciones. Se activaron los protocolos de emergencia. Alguien volvió a mencionar los tranquilizantes, esta vez más alto.
Scooby ignoró todo excepto la dirección. No reaccionó a los gritos ni a los vehículos ni a las luces. Se movió con determinación, eligiendo caminos que evitaban a la gente, girando sólo una vez, brevemente, hacia la casa que ya conocía.