En pocos días, sus hombros se ensancharon. Su cuerpo se engrosaba de un modo que parecía impropio de un cachorro de su edad. Vanessa lo midió una vez y se detuvo, inquieta por la rapidez con que se multiplicaban las cifras.
Empezó a hacer fotos al final de cada semana. Luego cada pocos días. Pronto las tomó a diario, alineándolas en su teléfono, con la esperanza de haber recordado mal su talla del día anterior.