Esa misma noche, Manny vio a un empleado de mantenimiento deambulando por los pasillos del hospital. Su uniforme era convincente, pero su postura rígida resultaba extraña. Pasó inadvertido por delante del puesto de enfermeras. Manny estaba a punto de adelantarse e interrogarlo cuando una presencia lo percibió de inmediato, mucho antes de que llegara a la habitación de la chica.
El gruñido del perro estalló como una alarma, bajo y vibrante de furia. Manny corrió hacia el pasillo y alcanzó a Vale a medio paso. Durante un instante, sus miradas se cruzaron: depredador y protector. Entonces Vale salió corriendo y se escabulló por una escalera antes de que Manny o los guardias de seguridad pudieran reaccionar.