Manny regresó al hospital con una claridad que lo sacudió. Vale no buscaba a la chica para recuperarla, sino para silenciar a la única testigo de sus crímenes. A Manny se le heló el pecho al darse cuenta. Ahora sabía que era urgente protegerla.
Manny pidió más seguridad para la chica, pero sin cargos formales, el protocolo ataba las manos de todos. Los guardias podían vigilar las entradas, nada más. Las limitaciones le roían. Sabía que Vale no estaba acabado. Las normas le resultaban dolorosamente escasas en comparación con la amenaza que acechaba en los pasillos del hospital, esperando la menor oportunidad para atacar.