Cuando Manny retrocedió fuera de la hondonada, el perro se puso rígido. Manny siguió su mirada y se quedó inmóvil. Vale estaba de pie a varios metros de distancia, medio oculto por los árboles, observando en silencio. Su expresión era inexpresiva y escalofriante: una máscara despojada de humanidad. En cuanto Manny parpadeó, el rostro de Vale volvió a desaparecer en la oscuridad.
Manny corrió hacia delante, chocando contra las ramas, pero Vale ya había desaparecido, engullido por el bosque. Sólo quedaba el silencio, ruidoso e implacable. Manny se quedó quieto, intentando estabilizar la respiración. Vale no había llegado aquí por casualidad. Había estado siguiéndolos, asegurándose de ir un paso por delante, listo para atacar cuando estuviera desprevenido.