La niña no respondió cuando Manny la llamó, ni siquiera se inmutó, sólo movió ligeramente los dedos. Tenía los labios de un azul espantoso. No estaba dormida. Se estaba desvaneciendo.
Cuando Manny se acercó demasiado deprisa, el perro se abalanzó, dando un chasquido de pánico. Manny se quedó inmóvil y dejó que el animal olisqueara la manga de su chaqueta, que sintiera su calor. La tensión fue disminuyendo poco a poco, descongelándose latido a latido.