Un agente encuentra a una niña y a su perro durmiendo entre la basura – ¡La verdad le rompió el corazón!

Durante los días siguientes, Manny visitó brevemente a la niña, Mia, siempre dejando que ella marcara el ritmo. A través de fragmentos vacilantes, empezó a revelar trozos de su historia en frases suaves y temblorosas que soltaba como secretos. Hablaba como si todo lo que había sufrido aún viviera lo bastante cerca como para tocarla y pudiera tragársela de nuevo.

Finalmente, explicó que «Max» no era el perro. Max era su hermano mayor de acogida, el que intentaba protegerla cuando su hogar se volvía aterrador. Su voz se suavizó al pronunciar su nombre, entre nostálgica y preocupada, como si temiera que recordarlo significara perderlo para siempre.