Manny sabía que, por protocolo, debía hacerse a un lado y dejar que los canales adecuados se ocuparan del caso. Pero algo le hizo quedarse allí. Era el mismo instinto que le había impulsado años atrás, durante aquella investigación que nunca resolvió. La que aún le quitaba el sueño.
Cuando la chica despertó por fin, se incorporó bruscamente al ver caras desconocidas e intentó levantarse de la cama. El pánico retorció sus facciones hasta que el perro se apretó rápidamente contra su costado, empujándola con una insistencia constante. Poco a poco, su temblor disminuyó, pero sus ojos permanecieron abiertos, siguiendo cada movimiento en la habitación.