Un agente encuentra a una niña y a su perro durmiendo entre la basura – ¡La verdad le rompió el corazón!

Más tarde, la niña se agitó en sueños y su voz rompió el silencio. Volvió a susurrar «Max», pero esta vez la palabra temblaba de miedo, como si estuviera llamando a alguien a quien ya había perdido. Manny se dio cuenta de que, por reflejo, acariciaba la cabeza del perro. Se preguntó si Max sería el perro.

Las enfermeras dijeron que el perro gruñía cada vez que se abrían las puertas del hospital, y que se paseaba como si esperara que entrara el peligro. Su ansiedad era tan aguda que contagiaba al personal. Manny se preguntó brevemente por la profunda conexión que se había forjado entre el perro y el niño.