Los marineros no podían evitar preguntarse qué otros secretos guardaba el mar y qué otras sorpresas les aguardaban. Por eso, cuando Harry recibió una llamada telefónica de un número desconocido, sintió un presentimiento. Tenía la sensación de que las respuestas que buscaban estaban a punto de ser reveladas.
Cogió el teléfono y le recibió una voz familiar. Era la veterinaria marina que les había ayudado a principios de semana a examinar el tiburón. Su tono era serio y le dijo que se sentara porque había algo que tenía que contarle. Harry esperó nervioso a que continuara, con la mente llena de posibilidades.