Al cabo de unos minutos, el veterinario sacó con cuidado al tiburón del agua y lo colocó en una plataforma estable para poder seguir examinándolo. El veterinario explicó que era importante mantener al tiburón fuera del agua durante un breve periodo de tiempo para minimizar el estrés del animal y obtener una evaluación precisa de la situación.
Una vez que el tiburón estuvo completamente sedado, el veterinario empezó a examinar detenidamente la protuberancia del cuerpo del tiburón. Fue en ese momento cuando el veterinario descubrió que el tiburón había ingerido algo que no debía. El veterinario sabía que era necesario operar para salvar la vida del tiburón, y compartió su evaluación con los marineros. Los marineros estaban indecisos, inseguros de estar tomando la decisión correcta. Pero sabían que tenían que hacer algo, así que ayudaron a preparar la operación.