Los marineros estaban en alta mar, con el sol pegándoles de lleno mientras se ocupaban de sus tareas. Mientras navegaban por el vasto océano, Harry no podía quitarse de encima la sensación de que algo no iba bien. «¿Por qué está tan tranquilo el océano?», «A estas horas ya deberíamos haber visto muchos peces…», preguntó inquieto a los demás.
De repente, Peter, uno de los marineros, divisó algo a lo lejos. Peter siempre había tenido buen ojo y podía detectar las capturas más grandes a una milla de distancia. El resto de los marineros siempre le llamaban «El Águila» porque su vista podía compararse a la de un ojo de águila. Cuando todos los demás seguían buscando un parpadeo de movimiento, Peter ya lo había visto. Igual que esta vez, pero ahora era algo que nunca antes habían visto.