Richard se pasaba noches enteras viendo sus viejos vídeos en el teléfono: cumpleaños, vacaciones y tranquilas mañanas de domingo. Adeline se reía en casi todos ellos, pero nunca de él. Puso en pausa los fotogramas, mirándolos más de cerca. ¿Cómo era posible que ella nunca hubiera protestado por las burlas que él le lanzaba?
Pasó a las cientos de fotos guardadas en ordenados álbumes digitales. En cada una, él posaba con confianza mientras ella se inclinaba hacia él lo justo para completar la imagen. Era una galería de ilusiones, pruebas de una vida feliz que él había exigido que ella representara. Ahora lo veía.