Jeremy se sintió aliviado y sus hombros se hundieron a medida que se liberaba la tensión. Le contó al veterinario cómo el perro había protegido a los mochuelos, el acto de valentía que le había llevado a arriesgar tanto. El veterinario asintió y examinó a los mochuelos, que parecían recuperarse bien de su terrible experiencia.
Cuando Jeremy miró por la ventana, se dio cuenta de que la tormenta por fin había amainado. La nieve había dejado de caer, dejando un manto tranquilo y quieto sobre el mundo exterior. Las calles brillaban bajo las farolas y el caos de la tormenta había sido sustituido por una calma serena.