«Lo has hecho bien, Allan», dijo. «La mayoría no se habría tomado la molestia» Juntos trasladaron con cuidado a la coneja y sus cachorros a un contenedor de transporte más seguro. La madre apenas reaccionó, demasiado agotada para protestar. Pero justo antes de que Dana cerrara el pestillo, la pequeña criatura estiró la cabeza hacia delante.
Allan extendió un dedo instintivamente y, para su sorpresa, el conejo dio un leve mordisco, suave, vacilante, pero real. Tragó saliva y vio cómo Dana y su equipo los sacaban a la mañana nevada. La casa, la clínica y el mundo exterior le parecían ahora diferentes, más tranquilos, pero de una forma que ya no le parecía solitaria.