Allan se volvió hacia el Dr. Edwards, que había trasladado cuidadosamente a la coneja madre y a sus recién nacidos a un recinto más estable, proporcionándoles calor e hidratación adicionales. Seguía habiendo tensión en la sala, pero lo peor del peligro había pasado. Ahora sólo había que ponerlos a salvo.
Finalmente, unos faros aparecieron por la ventana esmerilada. El equipo de rescate había llegado. Allan se levantó rígido y abrió la puerta, resistiendo el frío mientras se acercaban dos figuras con gruesos abrigos. Dana le saludó con una sonrisa cálida pero profesional y le dirigió una mirada hacia el recinto.