Avery sintió una mezcla de repugnancia y determinación. Agarrando el diario, supo que tenía que actuar para detener este acto atroz. Avery hojeó el diario con urgencia, sus ojos recorriendo mapas y garabatos en busca de cualquier indicio de dónde estaban las trampas o el último lugar conocido del alce.
Por fin comprendía las extrañas acciones del alce, que todo el tiempo la había estado guiando por un camino desconocido que podría cambiarlo todo. Pronto se dio cuenta de que el alce no sólo estaba perdido, sino que era una criatura que protegía a los suyos. Esto hizo que Avery se replanteara perder más tiempo.