Agarrando el cortaalambres, Samantha salió de la tienda, su mirada escudriñando los alrededores en busca de alguna señal del cachorro. El bosque parecía burlarse de sus esfuerzos, las sombras se transformaban y se movían con el rabillo del ojo, hasta que un par de ojos reflectantes llamaron su atención desde el borde del claro.
El darse cuenta de que estaba siendo observada fue una sacudida para el sistema de Samantha. La presencia de alguien más, oculto entre el denso follaje, observando cada uno de sus movimientos, dejó claro que su búsqueda no era tan solitaria como había creído. Parecía que esta misión tenía ojos y oídos más allá de los suyos y los del oso.