La visión de un dardo tranquilizante entre el caos del campamento desencadenó un recuerdo crucial. En el diario se mencionaba un cortaalambres, una herramienta destinada a las trampas del viajero, pero que ahora esperaba desempeñar un papel fundamental en su desmantelamiento, y que yacía en algún lugar entre el desorden de la tienda.
El descubrimiento de más trampas sería una cruda realidad a la que enfrentarse, pero armada con los alicates, Samantha sintió una oleada de determinación. Estas herramientas podían significar la diferencia entre la vida y la prisión para los animales atrapados por las ambiciones del viajero. La idea de liberarlos, especialmente al osezno, dio a sus pasos un propósito renovado.