Al darse cuenta de su presencia, el oso se detuvo a medio paso. Su mirada se clavó en la de ella, intensa y cómplice. Por un momento, sintió que el tiempo se había detenido. La estación de autobuses, el ruido, la gente… todo se desvaneció y sólo quedaron ella y los dos osos.
El mundo pareció encogerse en ese instante. El oso más pequeño cambió de peso y dio un paso hacia delante, moviendo los ojos entre Evelyn y el más grande. A Evelyn se le aceleró la respiración e instintivamente dio un paso atrás. Volvió a coger el teléfono con la mano, aunque no sabía qué iba a hacer con él.