Uno era más grande, de pelaje oscuro y brillante, mientras que el otro, una hembra más pequeña, tenía un pelaje marrón más claro. Caminaban despacio, casi con determinación, como si tuvieran una razón para estar allí. El sonido de sus enormes patas contra la tierra era extrañamente rítmico, casi como si estuvieran sincronizadas.
A Evelyn se le subió el corazón a la garganta. Se quedó paralizada y todos los músculos de su cuerpo se tensaron. El shock inicial de ver animales salvajes tan grandes tan cerca de la estación de autobuses la dejó paralizada. No se lo esperaba.