Se acomodó en una silla, intentando parecer informal, aunque sus manos seguían temblando cuando cogió la taza que había sobre la barra. Los hombres que estaban dentro se inclinaron hacia él, ansiosos por conocer su historia. «Entonces», dijo uno, «¿conociste a nuestro monstruo?» Una carcajada recorrió la sala.
Erik forzó una sonrisa. «Lo único que había esta noche era agua vacía», mintió. «Todos oís lo que queréis oír» Marta entrecerró los ojos. «Es curioso», dijo, «cómo el agua vacía deja a un hombre blanco como la tiza»