Comenzó a evitar su contacto. Cuando ella le besaba la mejilla, él se ponía rígido; cuando ella le cogía la mano en la mesa, él se retiraba. Claire parecía dolida, pero no dijo nada. Daniel se dijo que era más seguro así. ¿Por qué aferrarse al afecto cuando la traición podría estar ya viviendo en su casa?
En el trabajo, hasta las conversaciones casuales se le agriaban. Un compañero bromeó sobre los «cónyuges del trabajo», y Daniel forzó una carcajada, imaginándose secretamente a Claire riéndose con otra persona de esa misma manera tan fácil. La paranoia ensombrecía cada pensamiento, cada palabra. El resultado de la prueba de ADN se convirtió en su único faro en la tormenta.