Los pasajeros de alrededor habían visto todo lo ocurrido. Sus reacciones fueron diversas. Algunos asintieron con simpatía a Jason. Parecían entender su frustración, probablemente porque a ellos también les habían molestado las patadas en el asiento. Otros, sin embargo, refunfuñaban en señal de desaprobación deseando que el alboroto terminara.
La sonrisa juguetona de la mujer se había desvanecido, sustituida por una mirada de sorpresa y una pizca de arrepentimiento. Las azafatas no tardan en llegar, ofreciendo toallas y disculpas. «¿Va todo bien por aquí?», preguntó una de ellas, preocupada por la posibilidad de que aquello se convirtiera en otro alboroto.