Jason miró a su alrededor y sintió que su cara se sonrojaba. Estaba tan metido en la discusión que ni siquiera se había dado cuenta de que había provocado semejante escena. Se dio cuenta de que la mujer tenía razón. Con un profundo suspiro, se dio la vuelta, tratando de volver a concentrarse en la tranquilidad que había fuera de su ventana.
Pero el momento de paz fue efímero. Las patadas comenzaron de nuevo, cada golpe contra su asiento un recordatorio del tormento en curso. La irritación de Jason volvió con toda su fuerza, pero esta vez decidió que no lo dejaría pasar. Le daría a la rubia una lección que no olvidaría.