Probablemente, el dispositivo había sido ingerido inadvertidamente, oculto en un cebo dejado por los cazadores furtivos. El cuerpo del elefante había reaccionado violentamente, causándole una grave inflamación e infección. Paul se dio cuenta del increíble peligro que había corrido el animal y de la suerte que había tenido de encontrarlo.
Los ayudantes del veterinario habían conseguido extraer el rastreador, pero el daño causado era grave. La infección casi se había cobrado la vida del elefante. Paul no pudo evitar pensar en la crueldad que se escondía tras semejante ardid, y su ira se encendió a fuego lento mientras procesaba la información.